
«Quien conozca a fondo los asuntos terrenales, obtendrá la sabiduría. Quien capte profundamente los sentimientos humanos, dominará el arte de escribir».
— Cao Xuequin
Lección de vida

Un día me contó mi padre que:
Estaba acostado, sin un centavo en la bolsa, mi padre acababa de morir, no tenía dónde vivir. Recolectaba comida en los basureros para poder sobrevivir. Y me dije, no me puedo pasar la vida así, porque no sólo las necesidades fisiológicas del comer te lo impiden. A falta de quien me orientará en la vida, porque mi padre había muerto, me levante y me dirigí a la tortería Don Tomás que en aquel entonces estaba cerca de la alameda central y fui a pedir trabajo. El dueño al verme, un chamaco por no decir un niño, pues, sin comer, acabado de llegar de mi pueblo, con huaraches y con una sola muda –cuando me venía del pueblo tu abuelita me colocó en una caja de
cartón mi única muda, esa era mi maleta– Este gran hombre me dio mi primer trabajo, quizás vio en mí esa sed y ganas de salir adelante, y a pesar de que no necesitaba a ningún ayudante en su negocio, me ayudo y me puso a trabajar. Esa noche, por primera vez, pude cenar una torta. Que rica sabía o quizás era el hambre que tenía, pero no la física, sino la de salir de mi pobreza y estado de miseria…
Mi padre no le dio tiempo a su miseria, aquella noche se la comió y nunca más volvió a pensar en ella ¡La miseria no se piensa! Aquello de lo que nos enamoramos e ilusionamos, no se piensa, se siente y como tal, se vive y como la vida pasaran como un río: quizás vuelvan, más fuertes, más débiles, casi secas, como sea pero pasarán…
Viaje

¿Adónde conduce la línea del destino? ¿Cuáles los caminos que encuentra [a su paso]? ¿Con qué otras líneas se junta, se corta, se toca? Unos vienen otros van, otros más detienen su paso; cuántas las alegrías, cuántas las tristezas, cuántos los desamores, cuántas las separaciones, cuanta la distancia que nos separa uno del otro; cuántas las nostalgias que pasan y nos rebasan, cuántas las lágrimas derramadas por la partida, cuántos los pasos que no nos alcanzan, cuántos los que caminan a lado y nos acompañan, cuántos los pasos que ya no andaremos… Cuánta era la distancia que me
separaba de ti que no veía mis pasos, cuánta era la distancia que había entre tu y yo que me olvide de caminar porque tu te habías llevado mis pasos y fue hasta que tu te acercaste a mí que yo me acerque a ti porque me devolviste los pasos que me faltaron… No era el espacio ni el tiempo los que me separaban de ti, busqué el espacio y no te encontré, te encontré y no era el tiempo. Fue el momento el que mostró: cuánta la distancia que nos separaba que tuve que soñarte para encontrarte. Un sueño nos separaba, una eternidad la que nos aguarda.
